lunes, 13 de julio de 2015

Se fue para siempre...

Aquel ventanal se fue para siempre y nunca más pude mirar a través de él. Hubo un tiempo en que otros ventanales aparecieron, todos tan inalcanzables a mi parecer que sin quererlo volví atrás. Mi pequeña ventanita volvía a mi (o yo volvía a mi ventanita), con aires de reforma, de convertirse en ventanal y hasta de tener preciosas vistas. Sin embargo, no todo lo que se pretende se consigue, aquella pequeña ventana volvía a tener óxido, me empeñaba en pintarla, en cuidarla quizás de manera equivocada, yo sabía que no era lo que quería creer, pues todo vuelve a su forma natural si no hay un gran esfuerzo y verdaderas ganas de cambiar.

Hoy sigo con mis miedos, sé que necesito separarme de mi ventanita, que puede ser un gran ventanal según los ojos que la miren, pero no necesito sus cómodos barrotes oxidados para vivir, necesito puertas abiertas y ya no voy a volver atrás, me atreveré a mirar por cualquier agujero en la pared, aprenderé a no tener miedo a descubrir nuevos paisajes... me lanzo a la aventura, me lanzo a aprender y a crecer a través de la experiencia. Yo, que siempre tuve ese espíritu aventurero, que lo dejé dormido, que renuncié a ser... me voy buscando nuevo rumbo, un nuevo destino de colores diferentes y nuevos horizontes.

Quizás no encuentre bonitos ventanales, quizás me arrepienta... aun así, prefiero arrepentirme a nunca atreverme.

Marrakech. Palacio en los Jardines de Menara.

La mala costumbre

Cuando estás acostumbrado a mirar por una ventana, pequeña, empañada, con barrotes oxidados... te cansas de ella, quieres mirar más allá. De repente tienes la sensación de que hay más habitaciones, que hay más ventanas y, de un momento a otro, te encuentras delante de un ventanal precioso, pero te da miedo acercarte... esa sensación de vértigo te invade, sólo eres capaz de alzar la mirada desde una distancia prudencial para admirar una pequeña parte del horizonte, de ese maravilloso paisaje que te ofrece... sientes miedo, miedo a caer en esa inmensidad, vuelves a echar de menos tu pequeña ventana, no por apreciarla especialmente, si no por la falsa seguridad que te ofrecía. Por un instante quieres volver sobre tus pasos, aunque sientes una fuerza que te empuja hacia ese nuevo horizonte, te sientes bloqueado, prefieres cerrar los ojos y que pase ese momento, no enfrentarte a ese dilema.

Los días pasan y ese ventanal precioso cada vez se aleja más, y es entonces cuando la dichosa pregunta viene a tu cabeza... - ¿Por qué se va? ¡Quiero mirar a través de él! ¡No puedo dejarlo ir!-... se ha ido, quizás vuelvas a encontrarte con el mismo ventanal, o quizás con otro, aunque no será igual, la cuestión es... ¿te atreverás a mirar?


Muchacha en la ventana. Salvador DALÍ, 1925.