Cuando estás acostumbrado a mirar por una ventana, pequeña, empañada, con barrotes oxidados... te cansas de ella, quieres mirar más allá. De repente tienes la sensación de que hay más habitaciones, que hay más ventanas y, de un momento a otro, te encuentras delante de un ventanal precioso, pero te da miedo acercarte... esa sensación de vértigo te invade, sólo eres capaz de alzar la mirada desde una distancia prudencial para admirar una pequeña parte del horizonte, de ese maravilloso paisaje que te ofrece... sientes miedo, miedo a caer en esa inmensidad, vuelves a echar de menos tu pequeña ventana, no por apreciarla especialmente, si no por la falsa seguridad que te ofrecía. Por un instante quieres volver sobre tus pasos, aunque sientes una fuerza que te empuja hacia ese nuevo horizonte, te sientes bloqueado, prefieres cerrar los ojos y que pase ese momento, no enfrentarte a ese dilema.
Los días pasan y ese ventanal precioso cada vez se aleja más, y es entonces cuando la dichosa pregunta viene a tu cabeza... - ¿Por qué se va? ¡Quiero mirar a través de él! ¡No puedo dejarlo ir!-... se ha ido, quizás vuelvas a encontrarte con el mismo ventanal, o quizás con otro, aunque no será igual, la cuestión es... ¿te atreverás a mirar?
Muchacha en la ventana. Salvador DALÍ, 1925.
No hay comentarios:
Publicar un comentario